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La mujer de Septiembre


Te he esperado las últimas noches de septiembre,
impaciente, y embebido por algo que mueve,
casi nostálgico, deseando tu palabra, gemido y beso,
dejando las sábanas acartonadas de tanto verso.

Una noche en Santiago y otra en Concepción,
de adoloridas manos que explotan
al aroma del viejo puerto y río San Lorenzo,
alimentándonos con poesía y uno que otro queso.

Entre sueños me hundo en tu ser,
que se me antoja profundo y húmedo.
Con los brazos ardorosos y una sonrisa,
me siento dentro, dándote una mordida.

Goyette Dos Gallos

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El legado de Éfeso


La luz no es sol, ni el agua manantial,
buscando la trama de un deseo gutural,
cayéndole el granulado hilo menstrual,
lo recuerda encima como un animal.

Filosóficamente permanece en el lecho,
ahogando la atmósfera de fluido y ardiente deseo,
pesándole los pechos y cigarrillo entre los dedos,
acaneladas piernas talladas, al jónico legado de Éfeso.

De sus frutos se come sin mesura,
pero junto a ella una serpiente,
que la acecha y le muerde su blancura,
le ha prometido hacerla suya.

Goyette Dos Gallos

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A dos o tres revoluciones


Configuración genuina de besos en lágrimas,
pisando las grietas de capital latinoamericana,
donde les gusta el pan en papel de estraza,
cigarrillo humedecido sobre insignia americana.

Mi roja estrella puede latir a dos o tres revoluciones,
si me mandas una postal cirílica llena de ilusiones.
Recobrando el sueño de guerrilleras pulsaciones,
respiramos en alto, combatiendo sin vacilaciones.

Me tienen gritándole al humo, de un caldo sin pretensiones,
vistiéndome al repicar de una campana y sus vibraciones.
Son todas las máscaras de un pueblo sin complicaciones,
las que ponen sangre y pólvora en sus tristes canciones.

Goyette Dos Gallos

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Casas Muertas o Pálidos Santos


Pase toda una noche queriendo escribir,
pero la lluvia en llanto no dejaba de irrumpir.
Mis pies desnudos la duela hicieron crujir,
aún en mis sueños, me niego a dejarte morir.

Por eso atormentas y golpeas con llantos,
esta casa ahora vacía, de todos tus encantos,
cuando antes llenabas con alegres cantos,
las habitaciones estampadas de pálidos santos.

Se van muriendo las casas y tornándose polvo el pueblo,
con ese árbol que sale de la ventana, sino me voy, me muero.
Ya son casas muertas, y trincheras las arrugas de las viejas,
andando en peregrinaciones, las sucias perras sobre piedras.

Goyette Dos Gallos