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Espadas ácidas



Espadas ácidas blandiéndose,
en la estrecha garganta de un gato,
reventando sus luces a las doce,
regresa en el maullido de su canto.

Mucha saliva sobre las mangas,
y los labios podridos de besar,
uno se cansa de rimar a gatas,
y de matar solitario a navaja.

Colgadas las corbatas del ministerio,
con la cantera muda y ligera,
alentando la levedad de la piedra,
me grita el pueblo y un histérico.

Goyette Dos Gallos

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Poética de las calles


A Celaya


La poética de las calles inundadas son de mierda y cielo,

olas transeúntes de libertad conseguida con ese llanto,

sombrillas que son manos cortas, neutras y vagabundas

ante la casa de silencio ahogado del señor obispo.


Un despertar de la tierra entre concreto barato y blasfemo,

árboles vomitando su ingravidez en las aceras cicatrizadas,

lagunas de agosto en el recuerdo oficial de la geografía local,

son canto y voz entre los álamos y casonas muertas sin rentar.


Desoladas las calles descansando del ruin transitar,

la gazmoñería enclaustrada no se quiere ni mojar,

no conocen de la lluvia que cae en Montréal,

ni lo que es el bien respirar un poco de libertad.


La novias parapléjicas salen de su hogar,

con sombrilla en mano y en la otra el ajuar,

buscan refugio en hombres que no son de fiar,

esperando amor a cambio de su fragilidad.


En la cantina y el bar no dejan de brindar,

por el futuro incierto de esta triste ciudad,

invocando la lucha que se habrá de lidiar,

y entonces si, todos nos hemos de empapar.


Goyette Dos Gallos

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Entre tiempos

Entre tiempos,
no queremos de nosotros nada,
ni pisar la ventana mojada,
ni gritar muriendo al alba,
ni mudarnos a la esquina franca,
entre tiempos.

Parece que llueve en mi almohada,
que tu risa estuvo forzada,
y que heriste la llaga de mi hombrada
en tu sexo que bramaba,
entre tiempos.

Tus senos afligidos y montados,
tus pies cansinos y morados,
tu mirada lechosa y perdidosa,
tu boca engrapada a mi espalda,
entre tiempos.


Goyette Dos Gallos

A Paola Monti