El fervor de mis manos
sobre sus senos
acostumbrados
nos detuvieron en
en su paso no mancillado.
Su labio temblando
era de un deseo
clausurado,
pero su mano
mostraba un fruto
ya barnizado.
Su vientre por otro
fue fecundado,
y yo en el recuerdo
de muchas noches
escribo ya cobijado.
¿ Dónde reside la atracción?
En el vientre llevas un fruto,
el mismo que esboza
esa sonrisa invisible,
de quién comete un hurto.
En tus manos llevas caricias
y en tus letras promesas,
que no son mías.
Te quiero desde la lejanía,
de esas plazas que
ya antes recorrías,
de los sueños
que adivinabas
mientras ellos
en tu lecho dormían.
Espero besos en las fotos,
tu llamada con dejo grave,
una frase que nazca de tus ojos,
y un silencio que sea nuestra llave.
Dos Gallos
Mójate los dedos y penetra tu burbuja
de sábanas y alcances perpetuos en la cama,
la noche no te dice nada
si no sabes abrir las cartas.
Regálate una máscara
para que nos hablemos de cerca,
de nuevo los dedos alejados,
y los bolsillos pegados.
Lávate que el perfume
floral infesta el lecho,
aléjame de tu sexo,
que apesta a casa.
@dosgallos
A veces calculo mal,
la pausa me da vértigo
y luego duermo,
sin ayuda de Morfeo.
Me gustan las letras
De UMA mujer,
es su exclamación
lo que me hace leer.
De nuevo la pausa,
su cadencia,
verbo y gracia
en la ausencia.
Dos Gallos
Quisiera poder mentirte de pie,
aguantar el cigarro en la cajetilla,
bajar las manos a tus caderas,
y callar, apoyado en la baranda.
La lluvia no barre el polvo de la acera,
sólo lo fija, y expande mis fosas,
los árboles están hablando
cómo si también se quisieran ir.
Llego donde los aforismos
detrás de una barra,
a cenicero y vaso,
lo levanto un poco,
y pido otro igual.
Dos Gallos.
Mi vida en una baraja,
el gallo sobre el hombro,
y el canto de la noche,
en un sombrero ranchero.
Escupimos las prendas,
y alcanzamos el fuego,
ese calor enfermizo
de los labios mestizos.
Tornamos los ojos
avivando las brasas,
los dientes ennegrecidos
y el corazón agradecido.
Goyette
¿Qué queda de tu mirada?
De tus labios rozando mi cuerpo,
de tus ganas en uñas pintadas,
y la grosería vociferada a mi espalda.
¿Qué queda de la gloria en la cama?
De ese reflejo como pijama,
de ese rostro de niña amortajada,
y de tu boca en saliva agotada.
¿Qué queda de la embestida a arcadas?
Y de mis manos estampadas en tus nalgas,
de mi hombría extensa siendo una lanza,
y de ti recibiendo aquella estocada.
De piel entregada,
y con el sueño prometido,
se acometen los temores,
en alaridos oscurecidos.
Pronta la cara,
y distraída la mirada,
la boca pintada,
y la fragancia marcada.
Nuestra hora alargada,
y la agonía suscitada,
ambrosía que estalla,
como furiosa lava.
Goyette
Quiero vomitar contigo,
secarnos la boca,
y brindarnos agua.
Quiero en la saliva ahogarnos
y aceptar las arcadas,
sangrando inmundicia,
en famélica posición canina.
Quiero silencio,
en labios libres de humo,
caricias alcanzadas,
en una oración
buscada a brazadas.
Quiero ese día enfermo,
de luz cansina,
y orina dolorosa,
comida china,
y cerveza fría.
Goyette
