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Vistiéndonos de soledad

Seguimos vistiéndonos de soledad, 
escondiendo la mano ante la limosna, 
gritándole fuerte al desamor, 
desarmando el ego con un trago, 
ocultando ese dolor,
negando las noches empapadas,
esperando en una calle clandestina,
escapando del calor
de las farolas 
y de todo su estupor,
consultando el reloj,
palpando las llaves,
y aguantando 
nuestro hedor.