La casa del odio

Su caminar era lento como quién no quiere llegar nunca a su final,
Tocó a la trágica puerta vencida por aquella humedad maligna,
Apareció aquel viejo quién lo azotaba cuándo conocía su cuerpo.
Frágil ya no era, criado por la intolerancia y el odio era su herencia.

Mientras penetraba a aquella figura octagenaria podía sentir como llegaba,
Aquél olor era de un agradable amigo cómplice del gato de nueve colas,
Como iba reconociendo aquellos aparatos sentía que la sangre se le terminaba
Permaneció aún en pie, buscó dónde sentarse hasta reponerse de las nauseas.

Se escucha un gemido en un cuarto, un fuetazo en otro y la llegada o,
La venida de Salvador al final del pasillo, sabía que ya no era el orfanato,
Lo sabía porque ya no se percibía el dolor sino el placer en el ambiente,
Sería así que se transportaría a un delirio tremendamente inenarrable.

Pronto despejo aquellos recuerdos, renació dónde murió alguna vez,
Quizá encontraría por fin la paz dónde fue golpeado por no querer rezar,
Tenía una fe diferente, una fe que ya nunca más sería masturbada ahí,
Dejando a los viejos atrás y a su fe muerta, solitario abandono la casona.

Goyette Dos Gallos.

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