De macetas



Las rodillas me sangran de esperarte en cada oración,
tus flores se marchitan en las macetas del patio de una vieja.
La tierra es la misma y huele al perfume de tu traición,
acompañando tu gemido nocturno que nace, vive, y me deja.


Tu gusto me hiere adornando los pasillos que de tu casa extrañas,
esta misma sostenida por la mentira de un perro que te lamía
los cristales sucios y muertos con el rojo de tus entrañas, que
pronosticaban la escurridiza crónica de tu partida, que ya temía.

Aún después del abandono no te odio,
porque sigo viviendo con decoro,
con esas macetas, la tierra y un loro,
y guardando tus fotos en mi portafolio.


Y mi corazón está dónde otro.


Goyette Dos Gallos

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1 comentarios:

UMA dijo...

Uno acoge la huida con indiferencia cuando el sector del plantìo ya es ampliamente recorrido y absorbido.
A veces se tornan derivados de un sueño.
Yo me inclino a ese corazòn que hoy no llora a los mùltiples retratos.
Un placer leerlo, Goyette.
Gracias por ese estilo que tiene que ver con lo que aùn no se decir.
Mis respetos, caballero:)